147 personas fueron víctimas de tráfico ilícito de migrantes:
La publicación “Violencia de género en el tráfico de migrantes. Efectos psicosociales y agencia de las mujeres migrantes clandestinas” de la Universidad de Tarapacá recoge testimonios de seis mujeres migrantes residentes en Alto Hospicio e Iquique, quienes fueron víctimas de un delito que en Chile ha aumentado siete veces en el último año.
El 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y una de las luchas que menos se ha visibilizado es el tráfico de mujeres migrantes que existe en el mundo. Este tráfico ilícito de personas es entendido como “una traslación fronteriza de carácter irregular, que de forma particular se encuentra asociada al lucro”.
En Chile, La Ley N°20.507 tipifica el delito de tráfico ilícito de migrantes recogiendo la definición y la figura agravante del Protocolo, mediante la introducción del artículo
411 bis al Código Penal. Pese a esto, Carabineros reveló un aumento alarmante de casos de tráfico de migrantes en el país, que pasó de 21 en 2020 a 147 en 2021. Mientras que entre enero y abril de 2022 ya se registraban 72 delitos.
Con el fin de concientizar sobre esta realidad, académicas de la Universidad de Tarapacá escribieron el artículo científico “Violencia de género en el tráfico de migrantes. Efectos psicosociales y agencia de las mujeres migrantes clandestinas”, publicado por la Revista Internacional de Estudios Migratorios (REM), documento que plasma la realidad que tuvieron que vivir seis mujeres migrantes residentes en Iquique y Alto Hospicio, región de Tarapacá, Chile.
El artículo académico fue realizado por Sius-geng Vaytiare Salinas Pérez, Doctorada en Ciencias Sociales, Universidad de Tarapacá y por la Doctora en Antropología y Sociología, especializada en Relaciones Interétnicas y Migraciones, Nanette Liberona, quien además es miembro del Comité Académico del programa de Doctorado en Ciencias Sociales y del Doctorado de antropología de la Universidad de Tarapacá.
“El objetivo fue poder comprender las experiencias de estas mujeres que son objeto de tráfico, y que por desgracia estos casos no son visibilizados en la sociedad. Con esta investigación quisimos conocer su realidad, procesos y contextos que derivan en situaciones de vulnerabilidad social y económica, donde muchas veces no cuentan con entidades de apoyo”, señaló Salinas.
Relatos del trayecto
Entre los hallazgos que reveló la investigación se aborda la presencia de violencia de género transversal a lo largo del trayecto migratorio, y en algunas ocasiones previo y desde el inicio del viaje. Así es el caso de Cristina, migrante proveniente de República Dominicana, quien contactó con el “coyote” cuando estaba en Ecuador, persona que la engañó para quitarle dinero. Debido a la situación económica de su país de origen, ella junto con su amiga tomaron rumbo a Chile, exponiéndose a diferentes situaciones de violencia.
Tal fue la complejidad de su situación que una de ellas, a mitad del trayecto, tuvo que hablar con su familia para solicitar más dinero. “Yo hablé con mi familia para que me mandara el dinero y lograr llegar acá, le dije al papá de mis hijas que tengo un solar(terreno agrícola), que lo hipotecara y me mandara ese dinero, qué más puedo hacer…un terreno agrícola, que hipotecamos, cuyo dinero tuvimos que entregar porque lo mandaron a nombre de ellos(coyote), ni siquiera vi el dinero”, relató Cristina en el texto.
El artículo, también, indica que “en los casos en que el contacto es en el último cruce fronterizo, el “coyote” ofrece sus servicios a quienes son “rebotados” en los controles migratorios. Cada trayecto tiene su particularidad, pero es así cómo se organiza y desarrolla el “tráfico”, el que solo se lleva a cabo si es que el pago es inmediato y por el valor que se les pide en el momento, el que oscila entre los $150 hasta los $1.000 dólares”.
Mery, proveniente de Cuba, también atravesó por esta situación. “Nosotros veníamos de Oruro y no sabíamos que cerraban la frontera y en ese bus nos dicen que la frontera abre a las 7 de la mañana, que si queríamos visar el pasaporte teníamos que esperar hasta el otro día, y era tarde cuando escucho ‘tápense bien que vamos a tener control’ y era para entrar acá a Chile… antes de llegar a la parada de bus nos pidieron dinero y tuvimos que pagarles. La idea era visar, que era la mejor forma de ingresar y no. Cuando llegamos acá tuvimos que pagar como 500 dólares cada uno”.
Esta publicación, realizada por académicas de la Universidad de Tarapacá, está disponible en el portal https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=8020199